viernes, 21 de junio de 2013


La constancia en el deporte

Cuantas veces nos hemos propuesto hacer deporte con regularidad, 
sobre todo a partir de ciertas fechas: primeros de año, Semana Santa, 
verano, a la vuelta de las vacaciones... Incluso nos hemos llegado 
a apuntar en un gimnasio para conseguir nuestro propósito con un 
resultado desalentador.
Se empieza con mucha ilusión y ganas, pero esta fuerza inicial se
desvanece en uno o dos meses. Al cabo de cierto tiempo terminamos 
abandonando casi por completo la actividad física. Un día no vamos 
porque nos surge algún imprevisto, pero a las pocas semanas cualquier 
excusa nos tumba en el sofá. ¿Por qué no somos constantes haciendo 
ejercicio físico?
Hay diversos motivos, pero el principal es el no haber hecho deporte 
con asiduidad desde niños, algo importantísimo a la hora de hacer 
ejercicio en la edad adulta. Si uno está acostumbrado a una
rutina de entrenamientos semanales, es más fácil y natural salir a 
correr, montar en bici, nadar, o ir al gimnasio.
Será una actividad más que estará incorporada en nuestra secuencia 
de acciones diarias, como el comer o levantarse y por lo tanto no 
requerirá un esfuerzo mental extraordinario. Pero, si por el 
contrario, no estamos acostumbrados a esta situación, porque no la 
reconocemos en nuestro patrón de conductas, el resultado será 
que para hacer deporte tendremos que desplegar una voluntad de hierro.

¿Qué deporte practicar?

Lo primero que hay que decir es que no debemos cerrarnos a ninguno y 
habrá que desprenderse de las ideas preconcebidas: como por ejemplo 
que correr, andar en bici, nadar, ir al gimnasio es un aburrimiento. 
Conozco gente que empezó a correr sin gustarle para nada, y terminó 
corriendo maratones. Otro aspecto fundamental es no saltarse ninguno
de los principios del entrenamiento, como la progresión. Cuanta gente
decide salir a correr, coger la bicicleta o volver al gimnasio, después 
de meses o incluso años sin moverse y entrena al 80% de su capacidad
con un resultado de agujetas descomunales y por tanto inmovilidad 
funcional para la vida ordinaria durante cuatro o cinco días. Lo lógico es 
que se empiece a un nivel suave, aumentando cada semana el tiempo y
la intensidad, con tres sesiones semanales, para luego pasar a cuatro
y después a cinco o incluso seis. Otro aspecto a tener en cuenta es el
material. Si no es el adecuado puede echar por tierra un buen comienzo.
Si voy a correr usaré unas zapatillas específicas y no unas para jugar al
tenis.
Con estas pautas, podremos comprobar por nosotros mismos, que 
después de unos meses practicando con asiduidad ejercicio físico, 
notaremos incluso que nos encontramos mal si faltamos a nuestra cita. 
Debemos sustituir la palabra "tener" por "necesitar", es decir, no "tengo" 
que hacer deporte, sino "necesito" hacer deporte. Tampoco hay que 
desanimarse si algún día puntual no somos capaces de realizar nuestra 
dosis de ejercicio, ya sea por acumulación de trabajo o simplemente 
por cansancio mental. Seremos contantes en nuestro momento de 
ocio deportivo incluso si fallamos alguna vez al mes. Recuerda siempre 
esta celebra frase de Albert Einstein: "Hay una fuerza motriz más 
poderosa que el vapor, la electricidad y la energía atómica: la voluntad".

¿Cómo se inicia un niño en el ejercicio físico?

El papel de los padres es fundamental, ya que deben ser ellos los que 
fomenten que su hijo practique el deporte que en principio el niño quiera 
desde muy temprana edad. Por supuesto que para que un niño disfrute de 
la actividad deportiva debe de dar con buenos profesionales: una mala 
experiencia puede tumbar una ilusión. Para un niño que se inicia en un 
deporte, lo ideal es que empiece en una liga suave (si practica un deporte 
de equipo), donde el nivel sea el adecuado al suyo, para que pueda cosechar 
experiencias de éxito, fundamental para la continuidad, motivación, autoestima
y su desarrollo como individuo.

FUENTE: www.eldia.es

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